El Segundo Trimestre (semanas 14 a 27)
El segundo trimestre podría sintetizar que ocurrió como el primero. Sin mayores molestias, sin inconvenientes para trotar pero sí con algunos cambios, como no podía ser de otra manera. Uno de los síntomas del embarazo que sí me han acompañado (empezaron en el segundo trimestre y continuaron en el tercero) y que por cierto me ha molestado bastante fue la acidez. Presente casi todos los días, de a ratos, pero infaltable a eso de las 18 – 19hs. Se puede tomar un antiácido pero al tiempito vuelve a aparecer y la verdad – para mí, que antes no la había padecido – resultó bastante molesta. Dicen los libros que con el segundo trimestre, la mayoría de los síntomas que aquejan a las mujeres en el primero, tienden a desaparecer (vómitos, náuseas, cansancio excesivo). Es por eso que sitúan a estos tres meses como el tercio más propicio para empezar, reanudar y/o realizar actividad física: no te sentís mal como al principio ni pesada como al final. Como yo no experimenté los síntomas típicos del primer trimestre, seguí haciendo actividad como lo venía haciendo. Aunque en realidad esto es una forma de decir. Porque la panza ya empieza a crecer (el proceso formativo más importante del bebé, que ahora es feto y no más embrión, ya transcurrió y ahora sólo le resta seguir desarrollándose y creciendo… ¡pero no es más parecido a un pescadito!) y se empieza a notar por fuera y por dentro. ¿Qué quiero decir con esto? Que los de afuera ya empiezan a darse cuenta de que tu barriga no es exceso de comida, ya va tomando una forma más protuberante, redondeada y definida. Y también lo notás por dentro porque se siente. Empezás a sentirte más pesada, con “algo que te sobresale” (además de empezar a sentir sus movimientos) y te impulsa hacia adelante. A medida que transcurre este trimestre y la panza crece, vas perdiendo poco a poco tu antiguo centro de gravedad (que se desplaza hacia adelante), tu vieja y conocida percepción de tu esquema corporal (porque, como les ocurre a los adolescentes, tu cuerpo ha cambiado de golpe) también cambia y tus ligamentos y articulaciones empiezan a hacerse más laxos, por lo que doblarte un tobillo o caerte ya pasa a ser una posibilidad más probable. Y estos cambios, que son más físicos que orgánicos, estoy segura de que los sentimos todas. El tema es que cuando corrés, más los notás. Correr con un cuerpo diferente implica correr distinto. Corrés con una posición más “sentada”, más lento, en forma más cuidada y precavida y mi recomendación es pasar a trotar todo por asfalto (para evitar caídas). Ocurre también que a veces trotando la panza se te pone dura y eso también hace que tengas que bajar un poco más el ritmo para reacomodarte. Pero lo que yo pienso, es que – si está todo ok y una presta atención y cuidado a lo que hace – no hay ningún inconveniente en seguir corriendo. Al bebé no le hace mal, está muy bien protegido en su nidito materno. Sólo tenemos que cuidarnos nosotras para que a ellos no les afecte; así que, si nos sentimos bien, está todo bien. Por último, ya por esta etapa hay que cuidar de no pasarse con el volumen de corrida porque luego eso repercute sobre tu espalda baja, que ahora soporta más peso que antes.
El segundo trimestre podría sintetizar que ocurrió como el primero. Sin mayores molestias, sin inconvenientes para trotar pero sí con algunos cambios, como no podía ser de otra manera. Uno de los síntomas del embarazo que sí me han acompañado (empezaron en el segundo trimestre y continuaron en el tercero) y que por cierto me ha molestado bastante fue la acidez. Presente casi todos los días, de a ratos, pero infaltable a eso de las 18 – 19hs. Se puede tomar un antiácido pero al tiempito vuelve a aparecer y la verdad – para mí, que antes no la había padecido – resultó bastante molesta. Dicen los libros que con el segundo trimestre, la mayoría de los síntomas que aquejan a las mujeres en el primero, tienden a desaparecer (vómitos, náuseas, cansancio excesivo). Es por eso que sitúan a estos tres meses como el tercio más propicio para empezar, reanudar y/o realizar actividad física: no te sentís mal como al principio ni pesada como al final. Como yo no experimenté los síntomas típicos del primer trimestre, seguí haciendo actividad como lo venía haciendo. Aunque en realidad esto es una forma de decir. Porque la panza ya empieza a crecer (el proceso formativo más importante del bebé, que ahora es feto y no más embrión, ya transcurrió y ahora sólo le resta seguir desarrollándose y creciendo… ¡pero no es más parecido a un pescadito!) y se empieza a notar por fuera y por dentro. ¿Qué quiero decir con esto? Que los de afuera ya empiezan a darse cuenta de que tu barriga no es exceso de comida, ya va tomando una forma más protuberante, redondeada y definida. Y también lo notás por dentro porque se siente. Empezás a sentirte más pesada, con “algo que te sobresale” (además de empezar a sentir sus movimientos) y te impulsa hacia adelante. A medida que transcurre este trimestre y la panza crece, vas perdiendo poco a poco tu antiguo centro de gravedad (que se desplaza hacia adelante), tu vieja y conocida percepción de tu esquema corporal (porque, como les ocurre a los adolescentes, tu cuerpo ha cambiado de golpe) también cambia y tus ligamentos y articulaciones empiezan a hacerse más laxos, por lo que doblarte un tobillo o caerte ya pasa a ser una posibilidad más probable. Y estos cambios, que son más físicos que orgánicos, estoy segura de que los sentimos todas. El tema es que cuando corrés, más los notás. Correr con un cuerpo diferente implica correr distinto. Corrés con una posición más “sentada”, más lento, en forma más cuidada y precavida y mi recomendación es pasar a trotar todo por asfalto (para evitar caídas). Ocurre también que a veces trotando la panza se te pone dura y eso también hace que tengas que bajar un poco más el ritmo para reacomodarte. Pero lo que yo pienso, es que – si está todo ok y una presta atención y cuidado a lo que hace – no hay ningún inconveniente en seguir corriendo. Al bebé no le hace mal, está muy bien protegido en su nidito materno. Sólo tenemos que cuidarnos nosotras para que a ellos no les afecte; así que, si nos sentimos bien, está todo bien. Por último, ya por esta etapa hay que cuidar de no pasarse con el volumen de corrida porque luego eso repercute sobre tu espalda baja, que ahora soporta más peso que antes.
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