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De qué hablo cuando hablo de correrAndanzaspor Haruki MurakamiTusquets Editores"Para mí, correr, al tiempo que un ejercicio provechoso, ha sido también una metáfora útil. A la par que corría día a día, o a la vez que iba participando en carreras, iba subiendo el listón de los logros y, a base de irlo superando, el que subía era yo. O, al menos, aspirando a superarme, me iba esforzando día a día para conseguirlo.
No soy un gran corredor. Mi nivel es extremadamente corriente (por no decir mediocre). Pero eso no es en absoluto importante. Lo importante es ir superándose, aunque sólo sea un poco, con respecto al día anterior. Porque si hay un contrincante al que debes vencer en una carrera de larga distancia, ése no es otro que el tú de ayer.
Cuando digo que corro todos los días, hay gente que se admira de ello. A veces me dicen: «Menuda fuerza de voluntad tienes, ¿eh?». Por supuesto me alegra que me elogien. Es mucho mejor a que te denuesten. Pero, a mi parecer, tener fuerza de voluntad no significa que uno consiga todo lo que quiere. El mundo no es tan sencillo.
Que yo lleve corriendo de este modo más de veinte años supongo que se debe, en definitiva, a que esa actividad va con mi carácter. O, al menos, a que no me causa tanto sufrimiento. Al ser humano no le cuesta proseguir con algo que le gusta, pero sí con algo que no le gusta.
En general, para los que no formamos parte de la elite, una victoria o una derrota en particular no es crucial.
Precisamente porque el maratón es una prueba dura, y precisamente porque nos atrevemos a arrostrar esa dureza, podemos experimentar la sensación de estar vivos.
Es muchísimo mejor vivir diez años de vida con intensidad y perseverando en un firme objetivo, que vivir esos diez años de un modo vacuo y disperso. Y yo pienso que correr me ayuda a conseguirlo.
No soy ni un joven que sólo piensa en desafiar récords ni una máquina inorgánica. Sólo soy un escritor que, consciente de sus limitaciones, intenta prolongar un poco más, aunque sólo sea un poco, sus habilidades y su vitalidad.
Así es la escuela. Lo más importante que aprendemos en ella es que las cosas más importantes no se pueden aprender allí.
Si algún día quisieran grabarme un epitafio y pudiera elegir yo las palabras, me gustaría que dijera lo siguiente:
HARUKI MURAKAMI
Escritor (y corredor)
(1949-20**)
Al menos aguantó sin caminar hasta el final"